martes, 17 de abril de 2018

¿Dónde habrá ido a parar?

Después de rodar durante más de una hora y de sentirse vapuleado logró salir al exterior, se encontraba totalmente aturdido, además, estaba empapado y no encontraba a su pareja por ningún lado. El rato que estuvo al sol rodeado de una multitud le sirvió para tranquilizarse, pero seguía sin saber nada de él. Unas horas después, cuando le vieron llegar en soledad, intentaron animarle. Había vuelto a pasar. Todos sabían que tenía los días contados. Si en un tiempo no llegaba su compañero, el pobre calcetín desparejado sería usado como trapo y ese sería su final.

Dr. Barnekow.

miércoles, 28 de febrero de 2018

EL FIN DEL MUNDO


Sentado en las escaleras de la Iglesia. La carretera de bajada es de subida y la de subida de bajada. Un amigo sostiene un periódico en la mano donde la noticia es “Un Renault Clío Verde Pistacho provocará el fin del mundo”.

Empezamos a mirar la carretera con atención buscando el coche en cuestión, de repente pasa un Renault Laguna de color verde y yo comento: “ese es”.  Mis amigos me dicen que no: “no es un Clío”. Pero sí que era, choca contra una tubería y nos invade una luz blanca.

De repente me encuentro en un pasillo blanco lleno de gente que corre de un lado a otro, de una puerta sale el padre de Carlos con una bata de médico y las manos ensangrentadas diciendo: “no hemos podido hacer nada”. Sigo andando y llego a una habitación llena de luz, abarrotada de gente que tiene una televisión al fondo. Están puestas las noticias que dicen: “la falta de cosecha de lentejas desata una crisis en Murcia”. La siguiente imagen es un huevo de Pascua bajando por una tubería, la misma contra la que chocó el coche, y se supone que baja al centro de la Tierra, avanza destrozando cañerías de las que caen lentejas. Cuando el huevo llegue allí, todo acabará.

Me siento en una silla y a mi lado una cara conocida me dice “ya no podemos hacer nada”. Miramos a un gran ventanal que hay enfrente y un destello de luz termina con todo.

DR. BARNEKOW

miércoles, 14 de febrero de 2018

EL LARGO CAMINO A CASA

La lluvia, tan deseada cuando falta y tan denostada cuando llega, me empapaba en mi carrera por refugiarme. Los árboles no eran capaces de cortarla por completo y la posibilidad de que me cayera un rayo, aunque remota, existía.

El habitual camino a casa se estaba convirtiendo en una pesadilla desde el momento en el que me comunicaron que debía recoger mis cosas y salir de la oficina. Desde que reparé en la puerta de la oficina con la mochila y una bolsa llena en la mano que me había dejado el paraguas dentro y no podía volver al lugar del que había salido deseando que todos fueran sepultados por su propia incompetencia.

Subir a un autobús lleno de gente empapado hasta los huesos es reconfortante, la calefacción que hace que desees estar en el infierno en días tibios me venía bien para secarme. Aun así no era el mejor día para que a mi lado se sentase la señorita del "call center ambulante" y justo delante el señor "te clavo el respaldo en la garganta para echarme la siesta". 

Una hora más tarde las ganas de bajar del autobús eran directamente proporcionales a las nauseas provocadas por la angustia y el calor.

Y de nuevo la lluvia. Y los árboles siguen sin ser la solución. Lo que me había planteado por la mañana como un agradable paseo de vuelta a casa dejando el coche en el garaje, ya no era tal cosa.

En realidad ya no me molestaba el frío ni la lluvia, mi cabeza era un continuo hervidero de reproches a todos los que se habían quedado trabajando mientras salía por la puerta.

DR. BARNEKOW