Siempre me explicaron que el trabajo era algo duro, algo inevitable y, sobre todo, algo que debería hacer durante la gran parte de mi vida. Por esto pase toda la adolescencia con miedo, pensando que en el momento menos pensado me iba a ver sentado en una oficina para el resto de mi vida o, lo que me parecía aun peor, en una fábrica todo el día de pie.
El caso es que del instituto fui a la universidad y el asunto me parecía cada vez más grave y cercano, así que decidí estar bien preparado y tras dos carreras y un master empecé la temida búsqueda de empleo, siempre pensando en mi trabajo ideal. Yo que era un gran fan de las películas de Harrison Ford me veía como espía huyendo del malo, excavando en Egipto y buscando tesoros, rodeado siempre de chicas guapas, en fin, que tire la primera piedra quien no ha pensado en eso alguna vez.
En mi primera entrevista, fracaso, “¡me han cogido!, no puede ser, si yo sólo iba por probar. Bueno habrá que apechugar.” Mi única función era llevar papeles de un lado a otro sin, ni siquiera, saber de que eran esos papeles ni porque los llevaba. Era una especie de secretario con dos carreras y un master, pero sin mesa ni teléfono.
Llevaba ya todo un mes siendo el mensajero oficial de la empresa cuando un día ocurrió un milagro, o una tragedia según se vea. El subdirector de contabilidad de la sección 4 (que era donde yo estaba) murió atragantado con una sandia y ascendieron a un señor que estaba a punto de jubilarse y a mi me sentaron en la mesa del señor. Bueno, por lo menos ya sabía de qué iban los papeles. Eran datos económicos. Cosa que sería del todo normal si no fuera porque yo era diplomado en educación infantil y relaciones públicas.
Y tras otro mes en una mesa pasando datos sin saber que querían decir ocurrió el segundo milagro, o desgracia según se vea. Una multinacional compró la empresa y despidió a más de la mitad de la plantilla, pero no a mi, querían gente joven aunque no supiera nada de números. El señor que estaba a punto de jubilarse se jubiló y ya era un subdirector en toda regla.
Tercer milagro o no, me despidieron porque en los tres meses que llevaba en la empresa no había cuadrado ni una cuenta y lo mejor es que ni siquiera me había dado cuenta, pero si que me di cuenta de la reunión que tuvo el jefe con un importante empresario de Madrid, porque alguien dejó el interfono abierto, así me ocurrió el cuarto y último milagro, de momento, no me mataron como pensé en un primer momento, es más me ofrecieron por mi silencio una importante cantidad de dinero y una parte de una empresa menor que me da dinero sin preocuparme en exceso.
Este es el trabajo de mi vida, vivir. Aunque no debería ser tan difícil que el trabajo de tu vida sea vivir, hay mucha gente que no disfruta de milagros como los míos y el trabajo de su vida es trabajar olvidándose de vivir.
DR. BARNEKOW
Se atragantó con uan sandia??, escribes tú o Almodovar, jajaja. No esta mal pero esta cojo de algo, empieza de golpe y acaba de golpe, demasiados sobresaltos.
ResponderEliminarEs que eran un maximo de 1500 palabras creo habia que resumir jeje
ResponderEliminarya se por qué no triunfo!...falta un lio en la oficina,jajaaja
ResponderEliminar