"Es lo que hay", dijo mientras miraba al suelo negando con la cabeza. Luego se metió las manos en los bolsillos, se deslizó el dedo índice de la mano derecha por la nariz y desapareció tras la cortina de macarrones blancos y negros.
Una gotita de sudor recorría mi espalda mientras compraba en el "SUPERTODO", supermercado playero donde solían vender desde pan hasta DVDs de alto contenido erótico.
Me gustaba escuchar las conversaciones vacías de la gente con los dueños de la tienda, debería haber anotado sus frases y escribir un libro. En ocasiones solamente iba para dar un paseo y de paso prestar atención a esas palabras, llegué a contar de cabeza cuantos segundos podía durar una conversación sobre el tiempo o sobre el paro, pero no recuerdo el record.
Me sentía superior, sentía que esa gente no pensaba como yo, pobres mentes frágiles que no elaboran lo que van a decir... ahora lo entiendo. Pobre de mí que en lugar de cruzar dos palabras vacías y una sonrisa gratuita me refugiaba en mi barbilla pegada al pecho y mi mirada esquiva.
Si pudiese volver de nuevo 10 años atrás me pasaría las vacaciones diciendo "Es lo que hay"
DR. BARNEKOW
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