Para entender suave antes hay que salvar al mundo y mirar a través de la ventana de socorro.
Suaves eran sus dedos al tocarla cada mañana, al acariciar su mejilla suave cuando la dejaba bajo las suaves sábanas de la cama común. Cada día el mismo ritual convertía la rutina en amor, ni las discusiones nocturnas paraban el ritmo suave del amanecer.
Suaves eran sus dedos al tocarla cada mañana, al acariciar su mejilla suave cuando la dejaba bajo las suaves sábanas de la cama común. Cada día el mismo ritual convertía la rutina en amor, ni las discusiones nocturnas paraban el ritmo suave del amanecer.
Era abril cuando el viento empujó la tormenta a su ciudad e hizo que las calles se inundaran. Era abril cuando no pudo salir de casa y tuvo la oportunidad de volver a su lado sin tenerlo planeado. Era abril cuando el viento y el agua bailaban con rabia mientras ellos lo hacían con suavidad. La mañana pasó en un suspiro y los suspiros volaban.
Se escondieron y se mostraron, se dejaron llevar.
Suaves eran los besos al recibirla cada tarde, no se besaban en la boca, pero tampoco en la mejilla. Era un beso suave en la comisura de los labios, besando la arruga dejada con la sonrisa del otro. Suavemente se agarraban la mano y él le mostraba lo que había preparado para cenar.
Era octubre y comenzaron a perderse, se perdió la suavidad. Era octubre cuando se empezaron a separar obligados por la áspera realidad.
Como cada dos días llegaba a casa a deshora, no la encontraba al llegar ni la sentía marchar. Compartían un frío colchón de noches frías, de sábanas cada vez menos suaves. Los dos se sentían incómodos al verse cada 15 días, perdieron el ritmo del amor y no conseguían encontrarlo de nuevo. Las caricias ya no eran suaves.
Era marzo cuando tras meses de frialdad él decidió recuperar la suavidad. Ella lo sabía y deseaba que llegará de nuevo abril y la tormenta les escondiera en un suspiro, la tocaba con la punta de los dedos.
La impaciencia no es suave, la impaciencia es el papel de lija de la vida. Te consume, no te deja pensar, no te deja dormir... La impaciencia envuelve el deseo en obsesión.
Recibía a cada pasajero con una sonrisa como cada noche, pero sabía que esa era la última sonrisa para ellos, su decisión estaba tomada, por fin recuperaría la suavidad. Cada kilómetro era un paso hacia la felicidad que retaba a la impaciencia.
La noche se alarga en los párpados de la impaciencia y se nota en el alma. La alerta se disipa en la duda de lo que está por venir... eso no es suave.
Todavía era marzo cuando bajó la guardia y convirtió su vida en aire. Era marzo cuando ella amaneció esperanzada y sucumbió al terrible destino que convirtió su vida en humo. Perdió la mirada en el mismo instante que colgó el teléfono, la casa de ambos se llenó de sombras que jamás se fueron.
El tiempo no lo cura todo, como tampoco curó el cáncer que provocó la frialdad y desencadenó la ausencia que la corrompía. Finalmente cerró los ojos envuelta en suavidad y con la sonrisa en los labios sintió el beso que tantas tardes había recibido.
DR. BARNEKOW
Me ha gustado aunque me gustaría pensar que otros finales son posibles...sobre todo cuando acabo de leer un estudio que dice que nuestra salud mental va en aumento, es mejor, mientras más nos autoengañamos...me gustáría pensar que un beso solo nos puede hacer bien...me gusta tu relato...
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