No se si he llegado
a dormirme, pero me ponen en alerta unos extraños ruidos que vienen del
comedor. Miro el reloj y veo que ha pasado una hora desde que me tumbé. Me
levanto con cuidado y muevo las mesillas que bloqueaban la puerta para mirar
con cuidado. Veo la cabeza de Eulogio asomar por encima del sofá, es él quien
hace los ruidos. Me acerco despacio y me encuentro con una imagen aterradora.
El pobre se mueve hombre entre espasmos y parece envuelto en una lucha consigo
mismo para no convertirse en lo que hemos bautizado como zombi.
Me encuentro
paralizado. No se por qué se ha puesto así y no tengo ni idea de si en
cualquier momento se va a levantar con ganas de comerme vivo. ¡Hay que
reaccionar ya!
Como parece que
no ha advertido mi presencia me muevo de forma silenciosa hacia la habitación
para coger mi mochila sin perderlo de vista. Eulogio sigue con convulsiones en
el sofá. Ahora sólo tengo que dirigirme a la puerta y bajar las escaleras del
portal para llegar hasta mi bicicleta. Avanzo con cautela, sin dejar de mirar
como el señor se revuelve en el sofá y justo cuando voy a girar el picaporte
oigo que alguien aporrea la puerta. Miro con miedo por la mirilla y me
encuentro con uno de ellos, supongo que será el comité de bienvenida para
recibir a mi amigo en el mundo zombi… o eso o ha venido atraído por el ruido.
Mi única salida
es el balcón. Estoy muerto de miedo, hasta ahora no me había tomado esto tan en
serio y mi único encuentro directo con estos seres había sido corriendo por
calles anchas donde confiaba en mi velocidad para escapar de ellos, un simple
empujón los apartaba un par de metros. Ahora tengo un señor en el sofá
transformándose y uno ya transformado llamando a la puerta, me siento
acorralado y no se qué me voy a encontrar en la calle, a parte de mi bici.
Siguiente
parada: la terraza. No dejo de mirar al pobre Eulogio quien parece que se ha
tranquilizado un poco. Cuando estoy en el umbral de la puerta del balcón noto
que gira la cabeza hacia mí y me mira fijamente con los ojos ensangrentados.
Últimamente estoy teniendo muy mala suerte echándome amigos, me planteo
seriamente si seré gafe e incluso si la gente se hace zombi por mi culpa.
Tengo la
ventaja de que el pobre hombre está mayor y su cuerpo de zombi no es muy ágil,
pero no quiero verme en la situación de tener que agredirle por mucho que ya no
sea el mismo, nunca he pegado a nadie y me gustaría seguir así, al menos unas
horas más.
Salgo
rápidamente a la terraza, paso por encima de la barandilla del balcón y me
dispongo a dar el salto. Una, dos y… no me atrevo. Si caigo y me hago daño no
voy a durar mucho, en la calle hay varios cuerpos desperdigados que escucharían
mis gritos de dolor. La mejor opción es ir descolgándose poco a poco hasta que
mis piernas cuelguen lo suficiente como para no hacerme daño. Me giro para
empezar a desprenderme, pero algo me frena.
CONTINUARÁ...
DR. BARNEKOW