El día que no nevó llovió. Hizo frío pero eso no impidió que la vida siguiese.
El día que no nevó se despertó a la hora de siempre, salió por la puerta a la hora de siempre y entró a trabajar a la hora de siempre. Pasó el día como pasa siempre y llegó la hora de salir... como siempre llega.
Pero el día que no nevó no volvió camino a casa, el día que no nevó fue a verla, después de poco más de dos semanas que se habían convertido en siglos. La ansiedad inundaba el autobús, el metro, las calles; y aunque le gustaba llegar a los sitios sin tener que preguntar, ese día lo hizo tres veces.
Al pasar por la puerta buscó nervioso las indicaciones que ella le había dado y a los pocos minutos abrió la puerta donde le esperaba.
Había más gente en aquella habitación, lo que le impidió mostrarse como lo hizo la última vez; aun así no podía ocultar en su mirada la mezcla de amor y deseo que le perseguía desde hacía años. La situación hizo que se enfriara como el día que no nevó hizo con Madrid.
Luego estuvieron a solas, luego la tuvo entre los brazos y ella le tuvo a él. Era sorprendente como compartían momentos que les aislaban del mundo, como durante unos minutos en el hueco de aquella escalera no existían más que sus miradas y sus besos.
El día que no nevó tuvo que volver a la realidad. La tristeza inundaba el autobús, el metro, las calles y su casa. Por alguna extraña razón los dos seguían enganchados sin remedio, pero ese día demostró que aunque no nieve, no llueva o no haga sol la vida sigue.
Poco después, un día que no llovió pero tampoco nevó, él escribió: "Siento mucho decirte esto ahora y a estas alturas pero no puedo dejarlo pasar... te echo mucho de menos."
Y la antepenúltima tarde de enero, con el cielo enrojecido mientras sonaba la parte instrumental de Turnedo recibió: "Como me gustaría abrazarte... y tumbarme en tu pecho... y escucharte... y abrazarte... y así repetidamente."
De alguna forma extraña todo empezó de nuevo.
Y la antepenúltima tarde de enero, con el cielo enrojecido mientras sonaba la parte instrumental de Turnedo recibió: "Como me gustaría abrazarte... y tumbarme en tu pecho... y escucharte... y abrazarte... y así repetidamente."
De alguna forma extraña todo empezó de nuevo.
ANÓNIMO
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