Antes de volver
a nuestra aventura, el padre Elías nos promete rezar por nosotros. Le damos las
gracias por su apoyo y nos ponemos en marcha.
Abrimos un poco
la puerta, el extraño calor de la tarde de abril hace que las calles estén
solitarias, pero vemos en un parque cercano a unos cuantos infectados parados
en la sombra de un árbol. Le pedimos al cura que cierre con cuidado, contamos
hasta tres y salimos corriendo hacia la moto. A mitad del corto camino uno de
ellos se da cuenta de que estamos por allí y empieza a correr con bastante
soltura hacia nosotros. Ana sube a la moto y arranca rápidamente, el ruido hace
que muchos más de ellos nos persigan. Me subo en la moto con el aliento del
primero que nos ha visto en el cogote y le sacudo con el palo de la fregona en
la cabeza, esto hace que el zombi se caiga y que el palo se parta. Lo termino
de romper, así que ahora tengo dos palos cortos pero puntiagudos.
El hospital no
queda muy lejos y en esta calle no hay muchos coches por lo que en 2 minutos
entramos en el recinto sin mucha oposición. Los alrededores del edificio de Urgencias
están llenos de gente enferma que, al escucharnos llegar, empiezan a dirigirse
hacia nosotros, tenemos ya muchos perseguidores y, aunque la moto va más rápido,
no tenemos mucho margen para pensar. Le pregunto a Ana si sabe exactamente
donde tenemos que ir y me dice que no me preocupe, que vamos a entrar por una
puerta trasera que utilizan para salir a fumar.
Llegado a un
punto Ana dice que a partir de ahí habrá que ir a pie. Cuenta hasta tres, tira
la moto al suelo y empezamos a correr en dirección a uno de los edificios del
hospital donde Ana daba algunas clases y realizaba prácticas. Nos siguen
persiguiendo y aparecen nuevos “amigos” de detrás de las esquinas, la cosa se
está poniendo fea y solamente tengo dos mitades del palo de una fregona. Cuando
encaramos el edificio de Investigación nos encontramos con más gente de frente
que nos tapa el camino, Ana se bloquea, yo miro a la derecha y veo como hay
gente “sana” que nos saluda desde dentro de otro de los edificios. La cojo del
brazo y empezamos a correr en dirección al edificio de Oncología mientras una
horda de zombis trota hacia nosotros.
Llegados cerca
de la pared del edificio Ana vuelve en sí y me indica por donde está la puerta,
al doblar la esquina un infectado nos impide llegar hasta nuestro objetivo.
Como tengo el corazón a mil por hora y corro peligro de muerte no dudo en
clavarle el palo que llevo en mi mano derecha en el cuello y me quedo
paralizado mirando como se desangra en el suelo. Ahora es ella la que tira de
mí y puedo ver como una puerta pegada a una gran cristalera se abre y dos
personas salen a abrazarnos para llevarnos al interior del edificio.
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