En cuanto
salimos a la calle principal nos empiezan a perseguir unos cuantos cuerpos,
parece que están con más fuerzas que otros días, el lunes se movían de una
manera mucho más torpe. Desde la parte de atrás de un coche que está en medio
de la calle se asoma uno con los brazos estirados que hace que Ana dé un
bandazo. Le digo que no corra tanto y que si se acerca alguno le daré con el
palo, tengo ganas de atizarles.
Bajamos por la calle Embajadores
en dirección a Legazpi sin muchas prisas para poder esquivar a los que nos
salen de entre los coches atascados. De repente uno se acerca demasiado y tras
avisar a Ana para que no se asuste, estiro el palo de la fregona y le doy con
fuerza en las rodillas; inmediatamente cae al suelo desequilibrado. No me
siento mal, nos quería comer, además si a Eulogio no le duele su brazo roto, no
creo que esto sea muy grave. Cuando llegamos al puente del Manzanares ya he
atizado a veintidós.
La calle está
llena de gente desperdigada que cuando nos escuchan llegar se vuelve hacia
nosotros, la parte buena es que las calles son anchas y es fácil esquivarlos
con la ayuda de algún coche parado. Ana para un poco en el río para descansar y
mirar al vacío. Se le escapa una lágrima, no se que decirle, así que me limito
a apretarle el hombro con mi mano. Ella sigue mirando el río y me coge la mano
con fuerza. Aunque es un momento muy emotivo tenemos que seguir nuestro camino,
se nos acercan unos cuantos zombis por detrás.
Llegamos a la
glorieta de Cádiz y enfilamos la avenida de Córdoba en dirección al Hospital.
Aunque es una zona de mucho tránsito y hay muchos autobuses parados por el
camino la gente se ha desperdigado. Me fijo en los autobuses y veo sangre en
algunas ventanas, imagino a los que no se transformaron rodeados de gente que
se empezaba a poner enferma. Seguramente intentaron socorrerlos y de repente se
vieron sorprendidos por su ataque. Me aterroriza pensar en como fue, pero estoy
seguro de que es lo que pasó, y de la misma forma sucedería en trenes, barcos…
No he visto caer ningún avión, pero si columnas de humo lejanas, sin duda
alguna será causada por aviones.
Pasamos por
delante de una iglesia. Le pregunto a Ana que si cree en Dios para quitar un
poco de tensión y me dice que ya no cree en nada, le digo que yo tampoco. Como la Avenida de Córdoba no está
muy concurrida frena en la puerta de la iglesia y me pregunta que si pasamos.
Hay un pequeño parque donde está la entrada. Me parece un suicidio pero tengo
el palo de fregona que hasta el momento nos ha alejado del peligro.
Vamos a echar
un vistazo rápido y volvemos a la moto, estamos al lado del hospital.
CONTINUARÁ!!
DR. BARNEKOW
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