miércoles, 12 de septiembre de 2012

SALVAR AL MUNDO

De repente se dejó caer, ya no aguantó más la presión que estaban ejerciendo sobre ella. Pero tuvo tiempo de levantar la vista y transformar su gesto de rendición en un reto a quienes querían acabar con su vida.

De pequeña soñaba con salvar al mundo, incluso construyó su propia civilización en el cuarto que compartía con su hermano pequeño para, de vez en cuando, disfrazarse de "Supermana" y acabar con el caos reinante. Era un juego inventado por su madre y que funcionaba a la perfección para que ambos dejaran la habitación recogida antes de que se les fuera de las manos. Así que podemos decir que fue su madre la que fabricó su sueño de heroína y le quitó el miedo al mundo desde muy pequeña.

Ya con unos años más y los pies más cerca de la tierra, se inclinó por estudiar medicina, era su forma de salvar al mundo poquito a poco. Pero llegaron muchas injusticias que le hicieron reflexionar sobre su trabajo y la obligación de salvar vidas a cualquier precio. Valoró si debía o no salvar al suicida que condujo 25 kilómetros drogado por la nacional III y se había cargado a una familia entera, pensó si debía salvarle la vida a un joven de 19 años que tras un accidente de tráfico quedó tetrapléjico y con graves daños cerebrales... ¿estaba salvando al mundo o simplemente ayudaba a la vida en su lucha con la muerte? y en el segundo caso ¿era la muerte la mala y la vida la buena?

A sus 32 años decidió dar rienda suelta a su imaginación y tras atender a las víctimas de un accidente de autobús y valorar caso por caso quien debía salvarse y quien no, en la soledad de su hogar de madrugada empezó a coserse un traje de "Superwoman" (sabiendo un poco de inglés las traducciones son más fáciles). Al día siguiente no fue a trabajar ya que había pasado la noche en vela y esa noche, con su traje de superheroína, salió a salvar al mundo, aunque no supo bien por donde empezar.



Después de una semana sin acudir a su trabajo y sin justificarlo, en el hospital decidieron enviarle a su casa la carta de despido. Sus compañeros insistieron en llamarla por teléfono y fueron a visitarla, pero ella, dormida y esquiva por el día, no quiso atender a nadie, debía salvaguardar su nueva identidad.

Una medianoche cualquiera mientras salía de su casa enfundada en su traje de colores para patrullar por uno de los barrios más tranquilos del mundo, tres señores con trajes reflectantes la abordaron, le pusieron un pinchazo y la metieron en su vehículo. Parecía que por fin daban la cara los que querían que el mundo fuese un lugar peor, los que no querían que nadie salvara a nadie. La recluyeron en una habitación y la ataron a una cama mientras un señor vestido de médico la visitaba para hablarle de cosas que ella no lograba entender.

A los pocos días de estar prisionera recibió la visita de sus padres y su hermano, parece que también los tenían recluidos, ella les pidió perdón, tenía claro que era por su culpa. Su lucha contra el mal había hecho que los malos utilizaran a su familia en su contra, además les hacían decir cosas muy parecidas a las que decía el señor disfrazado de médico.

Urdió un plan para escapar y un día lo puso en marcha. Ya no la ataban cuando le traían la comida ni cuando alguien la visitaba, dejó de resistirse y eso hizo que se ganara la confianza de quienes la tenían cautiva. Así que una tarde de verano mientras la trasladaban de su habitación a la consulta del médico, a quien ya tenía identificado como el jefe de los malos, agarró una rama que llevaba viendo tiempo escondida entre unos setos y golpeó en la cabeza al hombre vestido de blanco que la acompañaba. Corrió hacia el edificio principal, donde había localizado la salida del recinto, y una vez allí se calmó e intentó andar con tranquilidad sin llamar la atención.

Pero parecía que los malos tenían claro quien era ella y dos tipos enormes empezaron a correr en su dirección lo que la hizo retroceder y comenzar a subir las escaleras que advirtió como su única escapatoria. Llegó al último escalón y empujó una puerta de emergencia que la llevó hasta la azotea del edificio de tres plantas. Continuó corriendo hasta llegar a la cornisa y pudo ver la calle llena de vida que tantas veces había soñado alcanzar en los últimos meses.

Tenía que improvisar ya que los dos tipos enormes, el jefe y el hombre al que había golpeado en la cabeza estaban ante ella intentando atraparla. No podía dejarse atrapar, además necesitaba alcanzar su ansiada libertad. Recordó que nunca tuvo superpoderes pero que tampoco se había visto en la situación de comprobarlo, se convencía cada vez más de que si tenían tanto interés en retenerla es porque ella era especial, eso la hizo autoconvencerse de que, aun en el caso de que no pudiera volar, su fuerza de heroína le haría levantarse y poder escapar sin problemas.

Cada vez estaban más cerca y aun estando segura de que no podía pasarle nada le costaba lanzarse al vacío sin más, porque nunca lo había hecho y eso la sujetaba a la cornisa y la paralizaba. Pero se le acababa el tiempo, era ahora o nunca.

De repente se dejó caer, ya no aguantó más la presión que estaban ejerciendo sobre ella. Pero tuvo tiempo de levantar la vista y transformar su gesto de rendición en un reto a quienes querían acabar con su vida.

Minutos más tarde se encontraba en la cama de un hospital ante un médico de vocación que debía decidir si salvar la vida a una persona diagnosticada de esquizofrenia y que a causa de una fuerte caída iba a pasar la vida tumbada en una cama y enchufada a una máquina que la ayudaría a respirar...

DR. BARNEKOW

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