jueves, 21 de febrero de 2013

MADRID Z 2. EL REGAZO DE CIBELES



Subido en la estatua de la diosa Cibeles y rodeado de una horda de bichos me imagino que soy el capitán del Madrid levantando la Copa de Europa, pero solamente me lo imagino. Todavía no tengo mucha confianza con las otras 3 personas vivas que me han ayudado a subirme. Ellos ya tienen sitio cogido para dormir a salvo, yo me lo tengo que buscar, pero hay bastante más superficie que en el madroño de bronce puntiagudo.

Hace rato mientras sonaban las nueve campanadas en la Puerta del Sol me dí cuenta de que todos se quedaban hipnotizados buscando el origen del sonido, es más, tardaban como un minuto en volver a pensar en carne fresca que llevarse a la boca. Esperé una hora y probé a acercarme a ellos con cautela mientras sonaban las diez; no me hicieron ni caso hasta un minuto después de terminar las campanadas, además eso les hacía avanzar hacia el reloj y alejarse de mí, lo que me dejaba la calle Alcalá despejada hasta donde me alcanzaba la vista. Conclusión: salir por patas a las once en punto de la noche.

Dicho y hecho. Mi carrera debía evitar las calles estrechas y tenía que intentar llegar hasta la estación de Atocha, donde seguramente podría entrar a las vías para volver a casa a pie o incluso robar un tren, las posibilidades serían infinitas. Pero todo se torció cuando, según me han contado, la “manifestación contra los aranceles para la exportación del caracol tigre” se convirtió en una manifestación zombi de miles de individuos (decenas según las autoridades) y empezó a vagar sin rumbo desde la Glorieta de Carlos V hasta pasada la plaza de Neptuno. Incluso me imagino a alguno de ellos admirando los cuadros del Museo del Prado y haciendo una reflexión crítica de la obra de Goya.

La cosa fue que me topé de frente con unos cuantos monstruos desperdigados y tuve que avanzar como un jugador de fútbol americano con la vista puesta en trepar a la estatua donde unos desconocidos me animaban efusivamente. La elegancia de los que intentaban cazarme me llevó a pensar que serían trabajadores del Banco de España que salieron a fumar un cigarro y entendieron que el tabaco mata, o funcionarios del ayuntamiento que no tendrían mucho que hacer ese día.

Dos de mis nuevos amigos se han estirado encima de los leones y otro junto a los pies de la estatua, yo hago la primera guardia y me siento en el regazo de la Cibeles… parezco el niño Jesús.


 CONTINUARÁ...

DR. BARNEKOW

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